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Quería escribir un ensayo y hablar sobre Freire

Quería Escribir un Ensayo y Hablar Sobre Freire

Rafael García Sánchez


Quería escribir un ensayo y hablar sobre Freire, pero, estas eran dos grandes cuestiones que asaltaban mi nebuloso pensamiento cuando estaba sentado en mi silla giratoria color marrón. De frente y cabizbajo mirando una cuarta parte de mi dedo índice, apoyado muy cerca de la punta de un lapicero signado por estilizadas letras al parecer en inglés que indicaban su procedencia y el color de la tinta.

Moviendo la cabeza de un lado a otro, sostenida no por mi corto cuello, sino por mi mano izquierda que parecía cuestionar al aire con esos inquisidores movimientos de sus dedos. Al fin, después de una larga angustia impregnada de brillos artificiales, pero cubiertos por la inmensidad nocturna y aquellos sonidos a veces inquietos, otras más envueltos en soledad, escribí una frase "la escuela ¿libera o esclaviza?" que de inmediato fue abatida por una tajante línea desfigurada que asemejaba a una expresión de un niño preescolar.

Luego pensé que tal vez podría tener algo interesante, incluso medité por un corto espacio de tiempo (al final de cuentas que tenía de malo no escribir lo que pensaba.)

Recuerdo que mi primera idea giraba alrededor del concepto de escuela, me imaginaba la desconocida cara de Elsie Rockwell, Citlali Aguilar, Agnes Heller, pero también de Althusser, McLaren, Freinet, Piaget y Freire. Cada uno de ellos, sosteniendo una mirada interminable, como la de una pintura o una fotografía. A la misma vez mi conciencia me decía que estaba perdiendo el tiempo pues era necesario imaginarse espectaculares frases, conceptos básicos, alguna cita interesante, algo que me hiciera volver a la realidad del trabajo académico.

Mientras aquella lucha iniciaba, mis párpados se cruzaban con los inertes movimientos de libros, antologías, revistas, apuntes y hojas en blanco.

En medio de aquel campo de batalla, empecé a sentir de nuevo la angustia. Sin quererlo mi mano estaba sudando, mis piernas temblaban y hacían que aumentara mi ritmo cardiaco.

Me sentía confundido. Ahora ¡no imaginaba a nadie ni nada!, sólo una maraña de ideas vagas que se aglutinaban y deseaban salir como por ósmosis hacia aquel objeto cilíndrico que anunciaba: ¡made in usa!

Decidí abortar la misión o mejor dicho emprender la retirada. Era como decimos algunos en mi pueblo ¡mandar todo a la chingada! Sin embargo no quería ser como esos de mi pueblo, deseaba, con todo el alma salir adelante.

Aquel repentino impulso me hizo reflexionar sobre lo que quería escribir, incluso pareció dictarme varias preguntas entre las que pude descifrar algo parecido a ¿cómo hacer un ensayo? y ¿qué hablar acerca de Freire?

Aquellas interrogantes hicieron que de mi boca saliera una sarcástica sonrisa y mis ojos se iluminaran acompañados de un ligero levantar de mi ceja izquierda.

De inmediato, traté de responder con las primeras ideas que se me vinieron a la mente. Pensé, por ejemplo, el ensayo es un escrito donde uno escribe lo que piensa y tiene una estructura parecida a la de los cuentos. Introducción, desarrollo y conclusión. No obstante traté de enriquecer esa idea previa con la información proporcionada en una de las antologías que se encontraba dispersa en el escritorio, "el ensayo es un producto de largas meditaciones y reflexiones, lo esencial es su sentido de exploración, su audacia y originalidad, es efecto de la aventura del pensamiento."

Sin duda lo que más me había gustado de esta cita era lo de la aventura del pensamiento ya que sucesivamente comencé a navegar en el espacio cósmico de mi imaginación (tan parecida a la de mi hija, que tiene cuatro años) donde me encontré con un jefe marciano que me preguntó ¿quién es Paulo Freire?

Yo traté de contestar con una voz amigable, parecida a la que se usa en las caricaturas: Paulo Freire fue un tipo Latinoamericano nacido en Brasil, en la primera mitad del siglo veinte, lucho contra la injusticia cometida sobre aquellos que poseen muy poco. Su tarea se encaminó a la liberación de la opresión de aquellos mediante la alfabetización. Su método contradecía la educación bancaria, llamada así porque en aquel entonces como hasta ahora, desgraciadamente, se creía que los niños eran como unos recipientes que no tenían nada adentro y que el maestro era quien debería llenarlos con su sabiduría aunque ésta proviniera de un grupo hegemónico que también lo oprimiría a él. Freire, convencido de sus ideales inició sus trabajos con campesinos, obreros y otros quienes se reunían para aprender a leer la realidad, es decir, a reconocer quiénes eran y a quién estaban sirviendo. A esto y muchas cosas más, Freire le llamó pedagogía crítica. En ella se consideraba a las personas como sujetos con una carga histórica condicionada por su medio político, económico, social, entre otros.

Una de las cosas más importantes de esta pedagogía, era que tanto el alumno como el maestro eran capaces de aprender uno del otro, eso es, la verticalidad del poder se estaba empezando a desmoronar y los alumnos tenían la posibilidad de discutir, analizar, reflexionar, criticar; en una palabra, tenían la urgente necesidad de aprender a leer su mundo a través de la palabra que les era negada en los medios oficiales. Ante esta repuesta el jefe marciano, entusiasmado, se sentó sobre una roca roja, deformada tal vez por el tiempo que dejaba ver su inevitable paso a través de las diferentes formas de figuras geométricas parecidas a las de un octaedro.

Yo también estaba emocionado y le seguí contando cosas de las que había leído en algunos libros, una que otra antología y revista.

Le comenté que Freire consideraba la libertad como uno de sus más grandes principios, de hecho su pedagogía era llamada pedagogía de la liberación. Aunque valdría la pena -le dije- explicar de qué se liberaban los sujetos alfabetizados.

Por un lado existe la necesidad de reconocer las diferencias entre los hombres -indiqué con severidad-. Unos son explotadores y otros explotados. Los primeros deben mantenerse como tales a costa de los segundos. Así que por ello se valen, de entre otras muchas cosas, de la educación, de tal manera que ésta sirva para tales fines.

Ante lo anterior, los explotados, como seres un tanto enajenados, creen que ellos viven y son así porque piensan que así deben ser las cosas. Pero, en medio de esto, la enajenación no sobrepasa su conciencia crítica semiaplastada por esta forma de ver el mundo, diseñando así formas de oponerse y luchar contra dicha realidad.

Dentro de ésta última visión de los enajenados es donde tiene lugar la pedagogía crítica haciendo que los hombres y mujeres tomen la palabra, es decir, aprendan a leer. Pues es ahí donde recae un fundamento para allegarse cultura, conocimientos, habilidades y destrezas.

Sin embargo, es necesario mencionarte más elementos de esa pedagogía -continúe, sentándome cerca de aquel interesado ser-. Por ejemplo, Freire desarrolló el concepto de palabra entendiéndola como un diálogo sostenido por la acción y reflexión que constituyen la praxis.

Así se refería Freire al respecto: "más si decir la palabra verdadera que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirlo no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres."

Con esto Freire nos indicaba que la palabra es más que un código lingüístico, por lo tanto enseñarla bajo las formas tradicionales era imposible, dando que éstas se hallaban con una estrecha relación con la perspectiva de quienes poseen los medios de producción.

Como Freire decía (parafraseando una parte de su obra Pedagogía del oprimido ), una pedagogía que libere no puede emanar de parte de los opresores, porque sería una contradicción.

De pronto, aquel ser que había encontrado en mi viaje intergaláctico se tornó en una silueta sutilmente familiar, parada frente a mis hundidos ojos cafés; mi mente a una relampagueante velocidad trataba de buscarle forma a aquello hasta deducir la aparición de una melena erizada y revuelta que era mi propia sombra.

Luego me di cuenta del tiempo transcurrido. Pasaban ya de la media y todavía me esperaba un frío y blanco papel tachonado en la parte superior izquierda.

Me levanté de aquel lugar para dirigirme hacia una de las habitaciones, donde se hallaba mi hija, lentamente acomodé una parte de las cobijas pues su pequeño cuerpo estaba semidestapado; me quedé observando por unos instantes la tranquilidad de su sueño, luego le di un beso en una de sus rosadas mejillas, al tiempo que solté un suspiro melancólico, recordándome el poco tiempo dedicado a mi hija las últimas cuatro semanas.

De regreso al campo de batalla decidí escribir un par de ideas, tal vez para quedar bien con el superyo, o quizá para romper la barrera entre el milimétrico espacio de papel y la delgada punta del. made in usa.

Educar desde la perspectiva de Freire, es ir más allá de los límites de la institucionalidad, es hacer una educación crítica, donde ésta tenga entre otras cosas un carácter contestatario, cuyo sentido sea el de liberarse de la opresión, es decir, de la negación de la palabra, esto es, de la posibilidad de transformar el mundo.

Caminar con Freire implica promover la praxis de tal modo que los sujetos reconozcan quiénes son y actúen para la modificación de dicho estado.

Coincidir con Freire es identificarse con los desposeídos, es asumirse y sumarse en la lucha contra la opresión, es ser político y hacer de la educación un acto político, es liberar y liberarse juntos, como él lo decía; en resumen, es tomar las palabras y transformar el mundo.

Fue lo único que pude escribir esa noche, el ensayo había comenzado, pero el sueño estaba terminando con mis efímeras ideas que se esfumaban cada vez que cerraba mis párpados.

Sostuve por unos instantes mi espalda erguida. y finalmente me fui a dormir pensando que tal vez después reformaría el trabajo y escribiría un verdadero ensayo.

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